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Casa antigua

Eran los años 30, los abuelos venían de Batito, y compraron la casa de Can Constans .

En los años 40 hubo un gran aguacero. Se desprendió una piedra enorme que rompió una pared muy gruesa del hogar, agujereó el techo y cayó sobre la cama de los abuelos, que hacía apenas diez minutos, que se habían levantado.

Son los años 50. Después de la boda, los padres se instalan en el pueblo. La casa de payés era grande, pero no era una casa solariega. Había más espacio de palizas y de cuadros, que de espacio habilitado para vivir.

Papá, aunque no le gustaba mucho, hacía de payés, trabajaba el huerto, los campos o recogía patatas y segaba la hierba de los prados. Los padres tenían gallinas, conejos y unas diez vacas.

 

La vida, esos primeros años, no fue nada fácil. Mientras los hijos llegaban al mundo, el mundo del pueblo de  Queralbs no era entonces un lugar muy cálido. Los inviernos eran largos, fríos y con mucha nieve, las ganancias que daba la tierra y la venta de la leche eran más bien escasas y si además, añadimos que durante bastantes años, algunas vacas se despeñaron en la montaña, debido de las tormentas, podemos intuir que el panorama no era nada alentador.

No es extraño que todas estas circunstancias y otras hicieran decidir a los padres a salir adelante, lo que entonces, fue sin duda, un peculiar, por no decir excéntrico proyecto. Convertir aquella casa, con tan pocas comodidades, en una casa de alojamiento para la gente de ciudad.

Teniendo en cuenta que, además, los potenciales clientes eran casi inexistentes en ese rincón de mundo, alejado de la civilización, a cuatro horas por carretera de la ciudad de Barcelona, la idea podía parecer una auténtica locura. Al menos, eso es lo que pensaron algunos vecinos y conocidos.

Probablemente nunca sabremos cómo el padre logró los primeros clientes, pero si conocemos de su tenacidad, fortaleza, capacita de lucha y sobre todo de su convencimiento y confianza en ese sueño, que junto al trabajo y la complicidad de la madre, consiguieron salir adelante.

Y los clientes fueron llegando. El padre les iba a buscar a la estación del tren cremallera de Queralbs , hablaba de la casa a los viajeros que iban a Núria, a los conocidos del pueblo y de otros pueblos de alrededor, a todo el mundo. Poco a poco la casa se fue haciendo conocida, paulatinamente, la casa también se fue transformando. Las palizas y las cuadras de las vacas se convertían en habitaciones, el comedor se amplió, las vacas se redujeron y las primeras familias que llegaban iban haciendo correr voces y trayendo a otras familias.

La casa de payés creció y creció y se convirtió en una bonita casa de habitaciones que los padres bautizaron como "Pensión Masía Can Constans".

Hoy los hijos continuamos su trabajo y procuramos mantener su espíritu de acogida y de calidez, hacia nuestros clientes.